Angkor, y los demás sitios arqueológicos de los alrededores, forman uno de los conjuntos más espectaculares que el hombre haya construido sobre la faz de la tierra. Como centro de la vida palaciega y religiosa de los Jemeres desde el siglo X, se edificaron en Angkor un gran número de palacios y recintos religiosos, ya fueran dedicados a las deidades hinduistas o a la religión budista, por parte de los diferentes reyes que habitaron el lugar hasta su abandono hacia el siglo XIV.
Hoy en día, Angkor no te puede dejar indiferente; perdidas sus funciones originales, salvo pequeñas comunidades budistas, las únicas autorizadas a residir en el interior del complejo, el sitio rezuma un inequívoco halo místico, que combinado con el irresistible empuje de una naturaleza tropical, que todo lo abarca y todo lo engulle, resulta en una espectacular fiesta para los sentidos, en resumen, en una joya para el alma de un esteta.
Alejándome de los típicos y la vez tópicos enfoques sobre un lugar mil veces fotografiado, pretendo en este trabajo, y en línea con otros anteriores, resaltar aquello que me conmueve por su alto contenido estético, por el pequeño detalle, por captar una piedra, un árbol, una perspectiva, cosas que en un tiempo lejano quedarán inscritas en mi memoria, sin perder nunca de vista, eso si, el entorno, el maravilloso lugar llamado Angkor.
Borja de Madariaga