Ruge el fuego voraz
crepita el alma del bosque
convertido ahora en negra faz
¡el verdor!, ¡el verdor!
inútiles lamentos
sobre ceniza inerte
y estallan las piñas como fuegos de artificio
sembrando miseria
en recurrentes hogueras.
Troncos mortecinos
de fantasmagórica presencia
expían sus penas
en infinitos autos de fe
mientras el pertinaz viento
se ufana en siniestra alianza
con la pira inmisericorde
recorriendo los valles
avivando la llama de la muerte
que asola barrancas
y desangra las entrañas
del suave tapiz vegetal
cual impertérrito enemigo
de lid no buscada.
¡Cesa ya, cruel Mefisto!
Atiende las súplicas que por doquier
apelan a tu compasión
y deja que los brotes nuevos
resurjan bajo el sol de la mañana